Testimonial

HOMENAJE A LA MUJER COMÚN
BLANCA L. MONTAÑA

 

Nacida en el año 1924, casi abrazada al pie de la pre cordillera del “Cinturón de Fuego del Pacífico”, en San Juan, Argentina. Su aspecto revelaba el fluir de la sangre de pueblos originarios (huarpes o tal vez incas) y de españoles.
De su padre, carecía de recuerdos y siendo la mayor de cuatro hermanos, su madre falleció apenas iniciada su adolescencia…

 

En 1944 la Pachamama se abrió frente a sus ojos pariendo el gran terremoto de San Juan, que sólo dejó temblores, montañas de muertos y cielo ceniciento.
Con lo puesto, la escuela primaria sin terminar y manos laboriosas, partió hacia Buenos Aires con su mochila intangible, portando los tesoros de Fe y Esperanza, dignidad y coraje.

 

Trabajando conoció a quien fue su marido y enseguida nació la primera de sus dos niñas. Con un amor inconmensurable hacia sus hijas, intenso trabajo y tesón, entre ambos compraron un terreno y poco a poco levantaron la casa.
Viviendo en un lugar que antes se inundaba, si les ofrecían colchones los rechazaban.

 

Con la frente en alto y trabajando, en casi dos décadas pudieron adquirir un auto.

 

Sin que alguien le enseñara a cocinar, las comidas preparadas por Blanca eran una delicia. Sin que alguien le enseñara a coser, con retazos de ropa usada hacía una nueva vestimenta. Sin que alguien le enseñara a tejer, destejiendo viejos pulóveres tejía uno nuevo incluyendo vistosos diseños. Sin que alguien le enseñara a cultivar una huerta, sus choclos, tomates, verduras… nutrieron a la familia. Sin que alguien le enseñara a ser jardinera, las flores de sus rosales y los claveles, margaritas, petunias, calas… vistieron el jardín admirado por los vecinos. Sin que alguien le enseñara a pintar puertas, paredes, techos…, plantar y podar árboles, cambiar el cuerito de la canilla, destapar un caño… (pues su esposo trabajaba de noche y gran parte del día)… lo hacía de maravillas. Sin que alguien le enseñara a cantar, cada tarea la hacía cantando.

 

Su esposo, luego del fallecimiento de su padre, enfermó psiquiátricamente y sobrellevando tiempos muy difíciles, en los que la medicina aún tenía mucho que avanzar en ese aspecto, un día, con 39 años de edad, temiendo hacerle algún daño a la familia, a sus amigos les dijo que lo iba a solucionar y la dejó viuda. Situación en la que Blanca, con una hija adolescente y otra comenzando la facultad, al trabajo cotidiano del hogar le sumó un pequeño emprendimiento y posteriormente el trabajo fuera de la casa.

 

En sus últimos años, recordando su adolescencia, relataba con gran felicidad los amenos encuentros familiares de los domingos, en un pequeño ámbito con piso de tierra, compartiendo el mate dulce, si había azúcar. También sentía la falta de poder escuchar el canto de los pájaros, más igualmente se alegraba dándoles de comer a los gorriones que la visitaban. Tuvo la dicha de disfrutar de nietas/os y biznietas/os.

 

A los 94 años acudió al llamado del Sr. Falleció lúcida y honrando la vida hasta el último instante. Su cuerpo descansa abrazado a la Madre Tierra, como ella pidió.

 

Esta Gran Mujer, como tantas Otras empoderadas, que con luminosas huellas abrieron sus caminos e hicieron patria desde el anonimato, legando la antorcha de altos Valores, Virtudes y Sentidos, sustentables y sostenibles, era mi mamá.

 

María Irene Giurlani